Mediante el uso del lenguaje los hablantes se constituyen como sujetos individuales. De esta manera diferencian su yo del vos o tú de sus interlocutores y del él correspondiente al tercero excluido del diálogo. El lenguaje como capacidad de la especie sólo se realiza a través de diferentes dialectos que identifican y distinguen comunidades de hablantes. Estos dialectos, adquiridos en los primeros años de vida, ofrecen -a través del léxico, las reglas gramaticales y los sistemas de clasificación implícitos- una visión completa del mundo en el que nos movemos.
Sin embargo, la absoluta disponibilidad de recursos lingüísticos es sólo una ilusión. Dado que vivimos junto a otras personas, estamos sujetos a las reglas de comunicación que cada comunidad posee. En las distintas situaciones, aunque con diferente grado de ritualización, existen reglas que restringen la libertad de utilizar las formas de nuestro dialecto. Es así como el uso lingüístico ofrece posibilidades y al mismo tiempo acota nuestra actividad comunicativa.
Además, los hablantes de los diferentes dialectos no son todos iguales: pertenecen a distintos grupos y clases sociales, tienen diversas edades, disímiles intereses, poseen diferentes posibilidades de acceso a los productos del trabajo social. Esto hace que los dialectos presenten variación: no existen dialectos reales homogéneos. Dentro de cada uno, los diferentes grupos luchan por imponer valoraciones específicas a las formas lingüísticas. Esto hace que los dialectos también cambien en el tiempo. No hay dialectos estáticos: acompañan y favorecen las crisis y los cambios de una comunidad.
Sujetos de la lengua traza un recorrido que es a la vez una introducción al estudio de estos fenómenos y un programa de investigación para la sociolingüística.