La presión por destacar en una sociedad donde «el infierno de lo igual» se presenta como una fosa de la que nos exhortan a salir. El peso de una identidad que se ve conminada a cumplir con una cantidad ingente de preceptos para encajar en los estándares reales y virtuales. La necesidad autoimpuesta de las check-list como rituales de obligada ejecución para alcanzar la felicidad. El aumento de las conexiones personales rápidas y ligeras frente al compromiso de las relaciones. El apremio por hacer acto de presencia en las ceremonias virtuales para confirmar tu existencia. La «ideología de la personalidad» que se manifiesta en forma de bulimia emocional, donde acumulamos y acumulamos experiencias para vomitarlas ipso facto en las redes sociales, sin darle tiempo al organismo para extraer sus nutrientes. La dolorosa brecha, que se agranda por momentos, entre el yo real y el yo virtual. El imperio de las tendencias, que elimina la edad mental y nos tiraniza. La tensión de exigirle al tiempo libre una realización y productividad plenas, bloqueando así la posibilidad de disfrute. La imposición del deseo frente al goce del placer, que nos empuja a la hiperacción frente al deleite
Todos estos elementos, si no se analizan bajo la lógica del pensamiento crítico, se encargarán de configurar una personalidad abocada a experimentar un desánimo crónico. Y ante esto, pocos fármacos son más eficaces que la filosofía.
El nuevo ensayo de José Carlos Ruiz disecciona nuestra época con mirada quirúrgica para mostrarnos las costuras de un mundo cada vez más complejo.