Era tan maldito que ni siquiera se le ha reconocido nunca como el más maldito de nuestros escritores. Le hubiera parecido, con razón, deplorablemente publicitario.Era tan maldito que ni siquiera se le ha reconocido nunca como el más maldito de nuestros escritores. Le hubiera parecido, con razón, deplorablemente publicitario. Nada que ver con los malditos de salón ni los malditos oficiales. ¿Pruebas? Ganó un premio Sésamo que no pudo recoger porque estaba en la cárcel pagando por un delito de suplantación. Despreciaba tanto el divismo que se convirtió en su mejor enemigo a la hora de dar a conocer su obra, cambiaba de editorial más que de camisa, se entregó con afán al menos comercial de los géneros: el cuento. Dado que su padre era uno de los grandes novelistas de la España de posguerra, olió la basura de la vida literaria desde bien pequeño. Nunca se le ocurrió ser famoso, ni divo, ni literato. Su mayor éxito: cosechar un pequeño grupo de lectores con tan poco poder que a nadie se le ha ocurrido recuperar su figura después de que esta abandonara un mundo en el que siempre fue un forajido. Gonzalo Torrente Malvido, uno de nuestros grandes cuentistas, personaje crucificado en la bohemia más negra, es el protagonista de este apasionante e insólito retrato de Munir Hachemi que, a la vez que nos arrima a un personaje legendario, nos abre las puertas también a una obra tan radiante como olvidada.