«Risa roja, que tiene su motivación inmediata en la guerra ruso japonesa de 1902, parte de ese hecho real para elevarse a las alturas de las visiones universales del genio profético. El autor empieza trazando unas escenas de horror bélico, de un naturalismo implacable, espeluznante y terriblemente veraz, y poco a poco va el evando el tono, hasta dar a sus descripciones grandeza apocalíptica de visión profética. Ya no es la guerra rusojaponesa; es la Guerra, la gran plaga de que hablan los libros sagrados, la gran locura universal que periódicamente acomete a los hombres. Es la risa roja de los demonios o de los dioses. Un ambiente de alucinación pesa sobre aquellos combatientes, insomnes, extenuados y famélicos, que llegan a olvidar la razón de su lucha y siguen luchando como autómatas, movidos por una voluntad misteriosa y cruel, rodeados de muertos y charcos de sangre. Y en ese ambiente de irrealidad, la alucinación surge en el cerebro del protagonista y crea el mito. ¡La risa roja! Todo ríe a su alrededor con esa risa roja sádica, sarcástica, que se burla del dolor humano y se goza en él. ¿Quién ríe de ese modo? ¿Qué ser misterioso es ese que así se complace en torturar a los hombres? [...] La risa roja es ubicua y sutil, se filtra por todas partes, enloquece a los hombres, se mofa de sus ensueños pacifistas y los vuelve fieras rabiosas e implacables. Es una crisis de locura periódica que ataca a la Humanidad y ante la que no cabe más que esperar a que pase. Impotentes serán todos los esfuerzos de la razón, todas las predicaciones de los pacifistas para conjurar esa vesania colectiva. Contra la risa roja no hay defensa. Es algo fatal, cuyo secreto pertenece al Destino. [...] La risa roja ?de los demonios o de los dioses? seguirá siempre ensangrentando periódicamente la tierra. Es tremendo, pero probablemente es verdad.»