Al barullo ensordecedor de cierta modernidad que no cesa de importunarnos, Miguel Morey contrapone el único antídoto efectivo: el silencio. Pero es un silencio peculiar..., el silencio que nos permite dialogar con nosotros mismos, escuchar aquello que anida en lo más profundo, para poder transitar a través del pensamiento que mueve los hilos de la existencia. «Pequeñas doctrinas de la soledad» es una puerta que nos comunica con la compañía más preciada a la que podemos aspirar: la soledad de los grandes escritores, soledad que se cristaliza en literatura, el único espejo de nosotros mismos donde la imagen coincide con el objeto que la provoca.