Llamar canciones a lo que hace Joaquín Sabina es no decirlo todo: sus letras tienen algo más, una fuerza literaria poco común, un poder de sugestión que las ha transformado en himnos. No son muchos los compositores cuyos textos aguantan una lectura al margen de la música: Dylan, Cohen, José Alfredo Jiménez o Brassens. Es decir, los que fueron sus maestros y él ha convertido en sus iguales.