"El niño encontró el cuerpo echado en un espino. Venía del pueblo
e iba por aquellas lomas agrestes buscando espárragos.
Se sorprendió sin alarmarse. El cuerpo transmitía
una pacífica resignación. Tenía la cara vuelta contra el matorral
y era evidente que no podía moverse. El niño se inclinó,
agarró una piedra y la lanzó al bulto. Impactó en la carne blanda
y se oyó apenas un lamento, una especie de brisa fugaz y dolorosa.
Todavía no está muerto, pensó"
Un sonido, una vocal, una conjunción disyuntiva.
Así de curioso o sorprendente, lúdico o enigmático,
es el título de presentación de los trece relatos de este libro.
Breves, que no simples. Porque inducen al humor y a la sonrisa, pero tienen el poso de la reflexión, la ironía, la crítica.
Sus protagonistas no están nada lejos, más bien a la vuelta
de la esquina, aunque sus referentes literarios vienen
de antiguo: desde una parábola bíblica hasta ecos
de Rulfo o de Borges, pasando por la mitología, la filosofía
o la literatura infantil.