¿Qué pensaría usted si le demostraran que no puede fiarse de sus sentidos, ya que mucho de lo que ve y lo que oye es una construcción de su mente? ¿Y si le dicen que buena parte de sus recuerdos son inventados y sus razonamientos el resultado de sus intereses más que de las leyes de la lógica? La mente humana es prodigiosa, pero está muy lejos de ser tan precisa y rigurosa como un ordenador: comete numerosos errores. Sin embargo, esas aparentes imperfecciones tienen su explicación, pues nos han servido para adaptarnos lo mejor posible al mundo en que nos ha tocado vivir.
Ahora bien, toda esa intuición y flexibilidad tiene un alto precio que a menudo pagamos en términos de errores, invenciones y engaños de nuestra propia mente. No hablamos de errores que cometemos de forma aleatoria, sino de aquellos en los que caemos todos de manera sistemática, como si estuviéramos programados (de hecho, lo estamos) para cometer ese mismo error. Es lo que solemos llamar «sesgos cognitivos».