Esta novela no lo he escrito para ti. La escribí para sentirme vivo. Empecé a escribirla con la esperanza de que los pensamientos negativos que rondaban por mi cerebro se fueran en despedidas sin regreso. Y lo logré con el hechizo de las palabras que llegaban igual que un viento de Poniente o un frío repentino de invierno e iban dando forma a las situaciones. Ella siempre permanecía a mi lado lo mismo que una compañera comprensiva. Yo soñaba ideas y elegía términos despierto. Soñaba mientras dormía ideas y conceptos que andaba buscando. Entonces ella me despertaba para que guardara en apuntes lo soñado. Me hacía abrir los diccionarios, me empujaba en busca de libros para documentarme, removía mis experiencias, me llamaba con insistencia para que estuviera con ella, me seducía con el propósito de que me asomara a la vida. La noche en que la terminé, noté una mezcla de ilusión y de vacío. Pero sigue junto a mí como una amante. Me abraza y siento la ternura de su magia, el misterio de las palabras.
Ahora pienso que una novela es un sueño que se escribe y que ciertas personas desearían soñarlo. Por eso la novela se encuentra en tus manos. Y es posible que te animes a soñar en la intimidad de tus ojos. Para mí sería como un abrazo entre tú y yo. Y no hay nada más bello que un abrazo.