Construida utilizando la siempre fascinante estructura de la reunión de personajes en un lugar aislado, que tiene precursores tan ilustres y diversos como el Marqués de Sade o Agatha Christie, Niños muertos es un esperpéntico, sangriento y muy divertido ajuste de cuentas del autor con la cultura del placer inmediato, del sexo, las drogas y la fama instantáneos.
Los habitantes de la rectoría de Appleseed -el rubio y elegante Quentin y su esposa Celia, ambos de muy buena familia, la bella e inteligente Diana, el bufonesco Keith, el ansioso y rico Giles- se han dispuesto a pasar un fin de semana muy excitante en compañía de sus invitados, un trío de americanos, dos hombres y una mujer que no sólo viajan, sino también duermen juntos. Hay drogas en abundancia -los americanos son expertos y miden las dosis con precisión científica- y está previsto que se practiquen las más diversas gimnasias e intercambios sexuales e intelectuales. Pero los jóvenes hedonistas, sumergidos en un frenesí de alcohol, psicodelia, marihuana y anfetaminas, no han contado con la intrusión de los «niños muertos», esos horribles grumos de realidad que todos se esfuerzan por ignorar, ni con un misterioso bromista oculto entre ellos, que firma Johnny, que parece estar en todas partes sin que nadie sepa quién es y cuya idea de la diversión es curiosamente siniestra...
«Cuando Niños muertos fue publicada, en 1975, provocó verdaderos aullidos de protesta y de escándalo. Y todo el mundo la leyó, claro está. Hoy continúa siendo una novela muy divertida y de notoria inteligencia» (The Guardian).
«Puede que brillante no sea el primer adjetivo que a uno se le ocurre para describir una novela tan duramente crítica como Niños muertos. Pero Martin Amis nos cuenta el negro futuro que espera a esta sociedad tan adicta al sexo y las drogas con tanto ingenio y estilo que no nos queda más remedio que utilizarlo» (Julian Barnes).
«Perturbadora, violenta, delirantemente cómica» (The Times).
«Un fin de semana salvajemente decadente, y que acabará en el desenfreno más grotesco. Martin Amis demuestra aquí su talento para la comicidad, en la tradición de Dickens y de Evelyn Waugh» (Newsweek).