A veces, una historia se inicia con una sola frase o con la mención de un nombre. Aquí comienza cuando el director de cine Tomás Acosta se encuentra con el narrador de esta novela para hablarle de Damián Gallego. A partir de ese momento, emprenden una búsqueda que intenta dilucidar quién es ese hombre que vive en Vallcarca, un barrio del norte de Barcelona, y cuyo pasado está envuelto en interminables círculos de intriga. Sus primeras indagaciones les hacen sospechar que detrás de Damián se oculta otra persona, Darío Galicia, uno de los autores que formaron parte de la escena poética mexicana de los setenta y al que se le perdió la pista varias décadas atrás. De esa forma, se adentran en un universo incierto que les conduce, en primer lugar, a Roberto Bolaño y a la generación de infrarrealistas, y más tarde al París de los años ochenta. Así hasta converger en una esquina olvidada del plano de Barcelona.
Los nombres impares es una narración sobre los borrosos márgenes de la identidad y un sugerente ejercicio literario que nos plantea hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguir aquello que nos hemos propuesto narrar. Una obra que transita entre el ensayo y la novela y que nos desplaza hacia otros espacios fronterizos: la línea que separa la realidad de la ficción, los límites entre verdad y verosimilitud, el deseo de autenticidad y la sombra de la falsificación, así como el capricho del canon y el ostracismo al que sometemos a determinados autores.