El joven y orondo profesor de griego Selwyn Potter cuyo pelo es demasiado duro y crespo- se encuentra en la isla de Thasos a un antiguo catedrático, el pomposo, egocéntrico, asocial y maleducado Percival Challoner, que finge no conocerlo. Se dirige a la misteriosa isla de Keritha, alejada de cualquier ruta turística y donde los forasteros no son bienvenidos, para tomar posesión de la herencia de unos tíos suyos, los hermanos Edith y Alfred, que, de manera muy molesta, resultaban ser más jóvenes que él Challoner odia esa clase de extravagancias-. Su conocimiento del griego clásico es tan grande como su ignorancia del moderno, por lo que Potter se ofrece a continuar viaje con él haciendo labores de traductor. Así ambos se embarcan en un minúsculo bote cargado de varias cajas de Coca-Cola y una cabra con destino a Keritha. Al llegar a la isla el joven Potter se sorprende al descubrir que quien los recibe en la casa de su destino es Kate Benson, una mujer de unos sesenta años, madre de una joven compañera de la Universidad, y que lo recuerda porque la vez que la visitó en su casa de Londres rompió accidentalmente una pequeña mesa estilo Luis XV. De cómo ha llegado Kate a un lugar tan remoto, de un crucero desastroso, una falsa muerte, una familia deshecha y de la felicidad, de todo eso, trata este libro.
Dos historias, la de Kate y la de Selwyn, entre el pasado y el presente, entre Grecia e Inglaterra, con una prosa culta y perfecta, salpicada de humor, en que la isla de Keritha se va haciendo poco a poco la verdadera protagonista, la esperanza de ese otro lugar en el mundo donde aún se conserva la sonrisa olvidada.