El carácter de poesía de La hijamadre es tan solo una de las posibles lecturas que el universo de Inma Miralles despliega. Teatral, sagaz, generosa, profunda; la autora nos invita a recorrer los paisajes de lo cotidiano y lo inexacto. Lugares que se ofrecen a regalarnos los desencuentros de la hija que no es hija, o la madre que no puede llegar a convertirse en una. ¿Qué significa en tal caso serlo? Los escenarios de la poeta muestran desde lo mundano las grietas que esta mundanidad implica. «Nadie se pregunta qué sucede / entre las madres en los parques». Inma Miralles impugna los mundos de la infancia, la maternidad y el erotismo. Sus versos okupan los lugares cercados arribando en los gestos prohibidos, demoliendo los muros que impone la tradición heteropatriarcal. Su voz poética se vuelve imprescindible en el panorama literario rompiendo con la complacencia. La lectura evocará en los lectores una inmensidad de sentimientos encontrados que bailotean alegremente entre la identificación y el desarraigo. Es así como el retorno a espacios vividos nos conduce -de la mano de la voz de Miralles- a rememorarlos fuera de toda ingenuidad: «Parece que alucinas, pero / es solo que ves lo terrible que se / oculta tras todo lo bello».