En los siete relatos que componen el libro, Sarai Herrera mezcla elementos de distintos géneros, como el realismo mágico, el gótico sureño o la poesía mística. Escritos en primera persona, en la línea de la autoficción, y ligados dolorosamente a la memoria, mantienen el mismo leitmotiv. Vuelven una y otra vez sobre el pasado y la herida de la infancia. Exploran ese contraste entre lo extraño y lo anodino, situando lo bestial, lo depravado, como una característica que mana de lo segundo. Exponen el exceso y lo gratuito del horror cotidiano con un desinterés por la moraleja o por el morbo, haciendo una poética no del sufrimiento, sino de la desocultación de este último.