La
construcción en 1966 de un nuevo instituto de enseñanza media en Getxo
desentierra la historia del hombre solitario que decidió recluirse en el solar
y cuidar de una higuera al poco de acabar la guerra civil. Se trata de Rogelio
Cerón, uno de los falangistas que fueron casa por casa para llevarse a fusilar
contra las tapias del cementerio a varios de los hombres de Getxo. En una de sus visitas, Cerón se tropieza con la
mirada de odio de un niño que se resiste a que le arrebaten a su padre, una
mirada que despierta de inmediato en la imaginación del falangista la certeza
de que ese niño, cuando crezca, lo matará. Su sugestión aumenta al día
siguiente, cuando se encuentra con que los fusilados están enterrados en una
fosa común donde alguien ha plantado una higuera. Cerón ya no podrá ser el
mismo. Incluso vigilará estrechamente la vida de ese niño, intentará alejarlo
de Getxo, tutelar sus estudios para evitar la maldición, el retorno insufrible
del pasado y la culpa.
Como una demostración del excelente
momento creativo de Ramiro Pinilla, La
higuera nos entrega a un narrador en plenas facultades. Una historia
magistral sobre la venganza y el perdón, las derrotas y humillaciones y las
inesperadas burlas de la Historia, que acaban sentenciando el destino de
cualquier hombre.
«Novelista de rango superior», dijo
a propósito de su irrupción Fernando Aramburu. «La concesión del premio
Cervantes a Ramiro Pinilla preservaría a nuestra época del reproche futuro de
no haber sabido o no haber querido reconocer sus méritos. Pongo en duda que
haya muchos como él.»