Entre 1958 y 1962 cuarenta y cinco millones de chinos perecieron a causa de los trabajos forzados, la violencia y la hambruna a los que fueron sometidos. Gracias a una exhaustiva labor de investigación Dikötter da voz a las víctimas del régimen y demuestra que el destino de las personas de a pie no fue un accidente, sino el resultado directo de las decisiones en las altas esferas del poder.