Un puñado de flores rostros del alma a la intemperie hablan de ellas y su paisaje: ignoran y creen; se despiden y aman... Desengañadas y esperanzadas, confundidas y lúcidas, pobres y dignas... obedecen. Sienten algo más grande, que las eleva y las retiene, las empuja y las frena. El día y la noche las zarandean y ellas regresan, una vez y otra, a su consciente fiel. Cuando la luz las baña, les quita cuanto llevan dentro; cuando no hay luz, se llenan de las cosas que amaron.