Hace setenta y cinco años, George Orwell se quejó de que no había una definición aceptada de fascismo y se lamentó de que "no conseguiremos una en cualquier caso, todavía no". Ciertamente poco ha cambiado en los medios de comunicación, la blogosfera y en otros espacios públicos. Pero para aquellos intrigados y enfurecidos por la palabra, este libro trae buenas noticias, mientras hace balance de la confusión que rodea el término antes de presentar la breve, pero potente, definición práctica que ahora sirve como premisa del floreciente campo internacional y multilingüe del fascismo comparado.