«El equilibrio de sus dones era singularmente perfecto. Entre sus novelas acabadas no hay fracasos, y entre sus muchos capítulos, pocos que desciendan llamativamente por debajo del nivel de los otros. Pero, después de todo, murió a los cuarenta y dos años. Murió en su mejor momento. [...] Habría sido la predecesora de Henry James y de Proust, pero ya es suficiente. Vanas son estas especulaciones: la artista más perfecta entre las mujeres, la escritora cuyos libros son inmortales, murió justo cuando estaba empezando a sentir confianza en su propio éxito».Virginia Woolf