Signo expresivo del pensamiento de su autor, el Discurso del método (1637) es también huella fehaciente de las tensiones y problemas de una época. Confluencia de diferentes proyectos, la articulación del texto se observa, más que en el discurso del método como tal, en la tarea de fundamentar el nuevo saber -teórico y práctico- moderno. El estilo autobiográfico, más vivo en la Parte I, opera como máscara que acentúa un determinado gesto: destruir críticamente el viejo edificio del saber y alzar sobre otros cimientos el saber moderno. La Parte II especifica el cimiento epistemológico (metodológico), iniciado en las Reglas, y formula la exigencia de nuevo fundamento (ontológico). El nuevo saber es también práctico; de ahí el esbozo original de la moral -Parte III-, que desarrollará en Cartas y en las Pasiones del alma. La meditación metafísica de la Parte IV -continuada en Meditaciones metafísicas- constituye uno de los signos de la época moderna, al darle un fundamento de su figura mediante una determinada interpretación de lo existente y de la verdad. Nuevo signo es la ciencia física de la Parte V, donde resuenan El Mundo y la voz polémica de Galileo. En la Parte VI aparece un tercer signo, la máquina o la técnica, aplicación práctica del saber