Este libro está dedicado al estudio de la persecución inquisitorial de los sodomitas, que solo se dio en los tribunales de la Corona de Aragón. Su acción contra las relaciones entre hombres las mujeres brillan por su ausencia no fue impactante por el número de víctimas ni por la particular crueldad de sus sentencias, sino por ser sanción de un tribunal que marcaba con un sello indeleble de infamia particular a cuantos pasaban por sus manos. Entre las víctimas, destacan el clero y el mundo del trabajo, mientras que la nobleza y las élites apenas aparecen. Sorprende el protagonismo de los muchachos, acosados de mil maneras por los adultos, ante cuyos avances cedían a cambio de unas monedas o algo de comer en relaciones próximas a la prostitución marcadas por una notable violencia. Paradójicamente, estas relaciones, en las que estaban implicados numerosos extranjeros, parece que eran toleradas hasta cierto punto si se daban sin publicidad ni escándalo, cuando, al mismo tiempo, la figura del puto o el bujarrón era objeto de un rechazo violento.