(DAVID ACOSTA), USUARIO ARROBA
Era muy tarde cuando llegó el autobús de los jugadores. Vi claramente cómo me rodeaba una nube de humo. Se había formado en la estación de Getafe Central y bajaba recorriendo la calle Ramón y Cajal. Terminaría envolviendo toda la plaza General Palacio, incluida la propia Cibelina. Aquella nube era una mezcla de olor a Brummel y Farias avainillado. Dejábamos atrás el sonido de las planchas grasientas y el aroma a bocadillo de panceta. Estábamos en Primera y el presidente nos prometía jugar en Europa. «Eso tiene que oler de la hostia», pensé.