Aunque lo hayamos oído muchas veces y repitamos con ahínco que leer es como viajar, todos sabemos se trata de una metáfora y que no es lo mismo. Es cierto que la imaginación y la fuerza de los textos y las ilustraciones nos pueden llevar a trasladarnos mentalmente a otros lugares y a otros tiempos pero nuestro cuerpo sigue quieto en el lugar en el que empezamos a leer. Este atlas de gran tamaño y repleto de detalles nos propone un viaje por el mundo recorriendo los mapas donde se marcan lugares, curiosidades, costumbres, tradiciones, fiestas, edificios y de algunos aporta mucha información más allá de las ilustraciones. Este libro divulgativo organiza su información a partir de los mapas de los cinco continentes y la Antártida y desde ahí se adentra en detallar la información de algunas zonas concretas donde escoge una fiesta, un paisaje, un modo de vida para combinar y poner de relieve toda la riqueza de la vida natural y la vida humana. Los detalles de la ilustración, el colorido, la construcción de escenarios repletos de personajes y de animales invita a la exploración, a detenerse, a volver a mirar y a intentar retener detalles curiosos de que despiertan el interés del lector. Su bonita edición, el papel, el tamaño, nos recuerdan que el objeto libro tiene una poderosa presencia que juega a su favor para ser hojeado y explorado con gusto. Estamos ante un libro que aunque su lectura no sea un viaje verdadero, nos conduce por el mundo con el tono alegre y cercano no de una guía de viaje sino de un diario de un viajero sorprendido que ha descubierto las maravillas y singularidad que encierra el mundo.